Memorias de los orígenes

 

por Mayra Navarro (Cuba)


 

UNA EXPLICACIÓN NECESARIA

Si se tratara de hablar, no habría dificultad alguna. Mi entrenamiento oral sacaría a flote de inmediato todo cuanto siento y quiero decir. Ponerlo por escrito es cosa bien distinta.

Y no es que no vengan las ideas ni lo sentimientos, que se mantienen latentes y vivos porque están en constante interacción dialéctica con la práctica. Es que el pensar-hablar va más rápido que la escritura y se me arma un conflicto tremendo entre el qué y el cómo. Además, siento que me falta la contrapartida de mi oficio: el público en vivo; ese "otro" que me sigue atento, sin cuya existencia no estaríamos ante un hecho oral, que vive y respira conmigo en el mismo tiempo y en el mismo espacio y que va dándome pautas a seguir, de manera que todo transcurra en la comunión absoluta de compartir una historia, la verdadera protagonista en ese proceso artístico.

Una vez más me reta la famosa hoja en blanco , que ya ni siquiera es hoja, sino espacio virtual de cierto carácter ambiguo, el cual impresiona desfavorablemente a algunos, pero con el que me he ido familiarizando tanto en los últimos tiempos, que hasta podría decir que me facilita el qué y, por supuesto, el cómo.

Tal vez no me será posible explicar brevemente, en toda su dimensión, con palabras escritas, lo que significa -al cabo de 50 años- hacer un recuento de mis inicios, para poder compartirlo con los lectores de estas páginas. Espero no defraudarlos y poder cumplir las expectativas.

 

PRIMERO, LO PRIMERO: LOS FUNDADORES

¿Y por dónde comenzar para entrar en detalles, remarcando los aspectos importantes que no deben pasar por alto?

Se me ocurre que lo primerísimo, aunque ya lo haya dicho en otras partes, de distintas maneras y con múltiples enfoques, es dar crédito y homenajear a quienes fueron los fundadores, los inspiradores de difundir y dar valor al arte de contar cuentos en Cuba.

A ellos debemos agradecer, ante todo, las bases de la narración oral en Cuba, allá por la década de los sesenta del siglo pasado. A ellos -a quienes con letras mayúsculas y énfasis especial en el acto del decir, llamo con enorme orgullo MIS MAESTROS - mi reconocimiento y admiración.

La primera mención será para María Teresa Freyre de Andrade , la Doctora Freyre , como todos la llamábamos; no podría ser de otro modo, porque con extraordinario olfato cultural, supo elevar su condición de bibliotecaria al más alto sentido profesional, puesto que bibliotecaria era siempre y en todo momento, hasta cuando viajaba de vacaciones a otros países y traía cuantos aportes bibliotecológicos nuevos le parecían importantes y cuanto libro interesante le sirviera, para poner luego en práctica lo aprendido.

La recuerdo imponente por el respeto que emanaba en su condición de Directora de la Biblioteca Nacional José Martí y de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, recorriendo las salas y oficinas del edificio; elegante y sencillamente vestida, a tono con sus años y con la dignidad de su condición rectora, pero también con su uniforme de miliciana "camisa de mezclilla azul y falda negra- durante la crisis de octubre , como ejemplo para todos; con su hablar, siempre en tonos suaves, con palabras directas, precisas y amables, al dirigirse a cualquiera de sus subordinados, así fuera el más humilde de los empleados de servicio; con aquel constante parpadeo, que creo se agudizaba cuando quería llegar más allá de lo que a su vista se ofrecía. Con toda certeza, la Dra. Freyre sigue siendo para mí un modelo absoluto de buen gusto y de esmerada educación.

Fue ella, en consonancia con los nuevos tiempos que corrían, en los cuales los niños iban ganando espacios propios que la psicología moderna había comenzado a darles desde comienzos del siglo xx -en tanto los descubrimientos de una personalidad en desarrollo- quien trabajó también entusiastamente por la fundación (1944) de la primera biblioteca infantil y juvenil de Cuba, en el Lyceum de la Habana (1), en la barriada de El Vedado .

Desde esa institución, impartió seminarios para formar narradoras, los cuales ubico a finales de la década de los cuarenta, con más precisión en 1947 el primero, de lo cual tenemos ya confirmación, y cuatro años después, publicó su artículo "también el primero en nuestra historia- sobre el arte de contar cuentos (2) . Ya desde el pórtico de esa revista, apuntaba la necesidad de que en las bibliotecas públicas, siguiendo el modelo del programa de actividades de las más modernas bibliotecas del mundo, se preparara "a los lectores para disfrutar del goce que se deriva de la apreciación estética" y se proporcionaran "gratas horas de recreo (") de manera informal, siguiendo gustos e intereses de los lectores" aprovechando "todas las circunstancias propicias para desarrollar en ellos nuevas apetencias de superación". ¿Y qué mejor actividad para cumplir estas expectativas que La hora del cuento , que era una de las más importantes acciones culturales que aquella biblioteca ofrecía a sus pequeños lectores? He aquí el antecedente natural del por qué, al asumir la dirección de la Biblioteca Nacional y de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas tras el triunfo de la Revolución , en su labor de extender a todos los rincones del país los servicios bibliotecarios, La hora del cuento y los departamentos dedicados a los niños y jóvenes, ocuparon un sitio privilegiado en estos proyectos.

Fue tan preclara la visión del alcance sociocultural de lo que tenía en sus manos, que la Doctora Freyre no entregó a cualquiera la responsabilidad de poner en marcha esta labor, sino que tuvo la perspicacia de seleccionar a alguien de probada condición en el ejercicio pedagógico, pero que por sobre todas las cosas estaba iluminado por el don de la poesía, pero tampoco a un poeta cualquiera, sino a aquel para quien no dejar morir la infancia fue siempre una suerte de brújula permanente para alcanzar la adultez plena; alguien que por su naturaleza humanista y su refinada sensibilidad, estaba dotado para centrar, dirigir y hacer realidad aquel sueño: el poeta Eliseo Diego .

Si la Doctora Freyre fue como antecedente, una suerte de chispa para encender el fuego del arte de contar cuentos en Cuba, Eliseo fue la llama que nutrió la hoguera de alcances impredecibles por entonces. Con la humildad y la entrega de quien está convencido de la grandeza de la obra que lleva adelante, este hombre corpulento, de hablar pausado, mirada traviesa, respiración profunda y agudo sentido del humor, llegó con sus clases, conferencias y conversatorios, adonde quiera que fuera reclamada su monumental sabiduría: bibliotecarias públicas y escolares, maestros, asistentes de círculos infantiles, directivos de instituciones culturales y docentes, planes especiales, entre otros, fueron sus interlocutores, y en muy diversos sitios de la isla.

Cada encuentro, cada entrega, siempre al justo nivel de quienes disfrutaban de aquellos instantes mágicos -tal vez sin darse cuenta de que participaban de un hecho magistral e irrepetible- el poeta hacía gala inconsciente de la esencia sublime de todas sus capacidades humanas y artísticas. Cuántas veces lo escuché explicar un mismo tema, ante públicos diversos, pero siempre de manera diferente y atractiva.

Por entonces yo era una chiquilla, una adolescente, y a mí en particular, me dedicó gran parte de su precioso tiempo, orientando mis lecturas; acercándome a saberes y conocimientos deslumbrantes, para contribuir a la formación cultural de aquella jovencita que estaba "aprendiendo" y "aprehendiendo" el mundo. Recuerdo que de su mano descubrí El Libro de Horas , del Duque de Berry, y me parece escuchar todavía en su pausada voz la lectura de poemas de César Vallejo, en las reuniones de intercambio que gustaba organizar con sus colaboradores.

Del binomio genial - mtf/ed (3) - surgió la traducción al español y la adaptación de El Cuento en la Educación , de Katherine Dunlap Cather, para la Colección Manuales Técnicos - 5 de la Biblioteca Nacional José Martí en 1963. Habida cuenta del tiempo transcurrido desde su edición original en 1908 -con toda la diversidad y adelantos psicopedagógicos que se han sucedido desde entonces- continúa marcando una hermosa y válida pauta en la Educación por el Arte, para el conocimiento de la historia y las técnicas de este arte, del público infantil, sus intereses y su importancia, aún entonces, dentro del curriculum escolar.

De la biblioteca personal de la Doctora Freyre , se tradujeron también otros artículos de autores como Padriac Colum, Ruth Sawyer, Sara Cone Bryant, por sólo mencionar algunos, y desde esos primeros momentos, se unió al binomio alguien más, para conformar un trío insuperable: María del Carmen Garcini . Ellos tres y la doctora Audry Mancebo, entonces jefa del Departamento Juvenil, quien en principio impartiera algunos aspectos de literatura infantil, fueron los coordinadores y guías de aquellos seminarios iniciales en la Biblioteca Nacional.

Quienes tuvimos la suerte de conocer a María del Carmen y de trabajar con ella, la recordamos como una mujer menuda, de apariencia frágil, inteligencia sagaz, carácter firme y trabajadora incansable. La colaboradora cercana, imprescindible y eficaz de Eliseo.

Tal cual la he descrito aquí, la recordé en Librínsula (4) para conmemorar su cumpleaños 74, el 24 de junio de 2009, pues habiendo sido su vida tan breve (1935-1967) fue también protagonista clave en el desarrollo de una labor que ahora podemos calificar de inmensa, por haber sentado entre nosotros las bases teóricas y técnicas del arte de contar cuentos de viva voz. Su contribución ha quedado plasmada en la Colección Textos para Narradores. Gracias a su quehacer investigativo, realizó innumerables búsquedas, traducciones, lecturas y estudios sobre el tema, que la dotaron de sólidos conocimientos -pues nunca fue narradora oral en la práctica, ni conoció las interioridades de tal arte hasta integrarse a este equipo (5) - para revisar y escribir artículos teóricos y para ejercer como docente en los seminarios impartidos entre 1963 y 1966, desde el Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles, inicialmente llamado Filológico de Narraciones Infantiles.

Tengo el orgullo y el privilegio de haber sido también alumna de María del Carmen Garcini , digamos que alumna especial , puesto que trabajando en ese departamento, bajo la orientación de Eliseo Diego y con el asesoramiento de la Dra. Freyre , serví como modelo de narradora en aquellos seminarios y era básicamente ella quien, en el día a día, revisaba mi trabajo e iba señalándome los errores y los aciertos, guiando mi incipiente formación, con la paciencia y la entrega de quien va sacando, a fuerza de cincel y martillo, las figuras que se esconden en la piedra.

 

OTRAS QUE TAMBIÉN APORTARON

No sería ocioso recordar aquí algunos nombres de quienes estuvieron vinculadas de una forma u otra a esta obra, ya sea con anterioridad o en el decursar del tiempo.

Cuando comencé a trabajar en la Biblioteca Juvenil en marzo de 1962, como auxiliar de música, La hora del cuento estaba a cargo de Aurora Díaz,

quien fue la primera narradora que escuché, llamémosla institucional,

-además de mis abuelas y de alguna que otra de mis maestras de primaria-, pues adolescente al fin, cada vez que podía me escapaba a escuchar los cuentos y me parecía fascinante.

Alguien a quien sólo vi contar en una oportunidad, maravillosa por cierto, fue a Feliciana ( Fichú ) Menocal, que se auxiliaba de un libro para ir mostrando las imágenes; si la memoria no me traiciona, aquella tarde contó un pasaje de La Ilíada . Aunque no estoy segura, creo que ambas (ella y Aurora) deben haber formado parte de los seminarios de mtf en el Lyceum. Valdría la pena hurgar un poco más en esta historia y dejar constancia de ello en otros espacios.

Cuando Aurora Díaz no continuó su trabajo como narradora, es que me inicio en estas lides, porque acepté la propuesta, ya que ninguna otra de las muchachas del Departamento Juvenil quiso hacerlo. Puede que mis maestros vieran algo especial en mí o tal vez, fue solo eso, un golpe de fortuna y porque no tuvieron otra opción a su alcance. El caso es que desde entonces (septiembre de 1962) quedé atrapada para siempre en las redes de este arte tan especial, que ha sido para mí, como ya lo he declarado en otras ocasiones, razón y pasión de mi vida.

Otras narradoras que compartieron espacios conmigo en el Departamento fueron María de Jesús ( Marisú ) Solís, Martha Jimeno y también Menchi Núñez, quien se mantiene aún en activo. Estuvo entre nosotros por varios años, como investigadora y adaptadora de cuentos, Alga Marina Elizagaray, quien hizo importantes aportes con sus textos, publicados en la referida Colección del Departamento.

Finalmente, es imposible no mencionar a Haydeé Arteaga que vino al primero de los seminarios que se ofrecieron, pero que ya contaba intuitivamente con niños desde hacía muchos años (1935) en sus Sábados Culturales , inspirada en el ejemplo de su abuela Teresita , y que colaboró con nuestro equipo en varias ocasiones, además de mantener su trabajo sistemático en otros espacios creados por ella para el trabajo infantil.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

He aquí un apretado balance de mis orígenes como narradora. Recogido en estas breves cuartillas, queda el testimonio del comienzo de un quehacer profesional que está por alcanzar las cinco décadas. No puedo menos que agradecer esta suerte a la vida, que me permitió encontrar a tan temprana edad mi verdadero camino y sentirme feliz de llegar a una cifra cerrada que, por su volumen, encierra un significado especial.

A lo largo de todos estos años he vivido intensamente experiencias de crecimiento artístico, enriquecidas por mi labor docente en la formación y superación de otros narradores, con lo cual espero haber contribuido a garantizar larga vida para el arte de contar cuentos en Cuba.

La Habana , 30 de octubre de 2011

(1) Lyceum de La Habana , asociación femenina fundada en 1928, para fomentar en la mujer el espíritu colectivo, alentando y encauzando actividades de orden cultural, social y deportivo.

(2) Revista Lyceum. Órgano oficial del Lyceum de La Habana. No. 31, Vol. VIII, ago., 1952, pp. 6-7 ( Número monográfico dedicado a la biblioteca, sus funciones y a la labor del bibliotecario.)

(3) María Tere sa Freyre y Eliseo Diego.

(4) Librínsula ; La Isla de los Libros . No. 241, Sección Desde adentro . Viernes, 10 de julio de 2009. Publicación virtual del sitio Web de la Biblioteca Nacional José Martí.

(5) Con anterioridad fue coautora con Eugenio Matus de la Antología del cuento hispanoamericano, publicado en La Habana , Cuba, por el Ministerio de Educación en 1963.

 

Publicado en Cuba por la Revista Verba Volant, y enviado por su autora, Mayra Navarro, para la Red Internacional de Cuentacauentos.

Prohibida su reproducción, total o parcial, sin permiso de su autora Mayra Navarro.

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